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“Inés era delgada, pequeña de estatura, pero con un corazón y un alma que no le cavia en su pequeño cuerpo”

La conocí el 29 de Julio de 1977 en Shushufindi, me impresiono mucho al escucharla; Nos recibió con mucho cariño, pero hablaba sin parar, contándonos con grande alegría su experiencia de trabajo con los pobres, las dificultades que había tenido en su apostolado, pues ella había llegado al Ecuador 4 meses antes que yo.

Se notaba el amor que le tenía a su trabajo como misionera; Nos contaba que desde niña había soñado ser misionera y con paciencia había esperado mucho tiempo: Con emoción nos contaba la alegría tan grande que había tenido el día que la hermana Provincial Ana Elsa Moreno, la llamo y le pregunto si quería venir a la misión del Ecuador; Nos decía ……..”fue tanta mi alegría de ver que se realizaba mis sueños, que no hice sino llorar de alegría y darle gracias a Dios por ese regalo tan grande”.

En su trabajo en Shushufindi se incorporo con alma y vida; Solo escucharla te podías dar cuenta como amaba a la gente y su trabajo. Shushufindi era su vida; pero como la vida siempre nos hace sus jugadas duras, el 2 de Agosto de 1977 le dieron orden de bajar a Rocafuerte, segunda casa que fundaba nuestra congregación en este País; le costó bastante dejar a Shushufindi, su trabajo, su gente, que ya tenía muy metida en su corazón, pero acepto.

El Jueves 4 de Agosto bajamos a Nuevo Rocafuerte, largo el viajo por el rio y muy cansadas, pero felices de conocer tanta belleza. Inés entre alegre y triste miraba todo.

Una de las cosas que no le agrado mucho en este lugar, fue porque era Hospital, y ella tenía repugnancia por los Hospitales; pero al llegar allí se animo un poco cuando supo que era trabajo con los Indígenas de la Ribera y gente muy pobre.

Fue nombrada Superiora de esa casa y a pesar de añorar su antiguo trabajo se entrego por completo al apostolado en la ribera del rio Napo y por el Rio Aguarico.

Compartir con ella el trabajo durante 9 largos años, puedo decir que no tenia dificultad para nada y con nadie.

Primero se dedico a conocer el pueblo y su gente, sus costumbres, nombres y hacer amistades. Los domingos salíamos a la Ribera a varias comunas para la celebración de la Eucaristía y para hacer amistad con ellos. Inés cada día se iba incorporando más a su nuevo trabajo y cogiéndole amor a todo. En el pueblo visitaba a las familias, les explicaba la palabra de Dios del domingo, les invitaba a la misa los días sábados, y les enseñaba a manejar la biblia, etc.

Creo que su mayor alegría fue el día que Monseñor Labaka, la invito para entrar donde los Huaorani, lo hicieron en helicóptero desde Pañacocha, en compañía de la Hna. Inés Ochoa misionera Laurita; Esta experiencia fue el tema preferido el resto de su vida. Luego ya se iniciaron los viajes por el río Yasuní a esa comunidad.

Yo la acompañe en varias ocasiones, y sinceramente me admiraba de verla; ella era una persona muy escrupulosa, terriblemente escrupulosa; en la casa tenía que estar todo súper limpio, le aterraba ver una cucaracha en la cocina o en el comedor, era tanta la repugnancia que le quitaba hasta las ganas de comer. Exigía que a los pacientes hospitalizado se les atendiera de lo mejor, pero no permitía que se acercaran por la casa y menos por la cocina; y verla donde los Huaorani comiendo con ellos del mismo plato, o sentada en el suelo, compartía con ellos no importaba si estaban limpios o sucios, se le veía tan feliz cuando estaba con ellos; lo mismo hacia cuando ellos llegaban a Rocafuerte, se dedicaba a acompañarlos, a buscarles comida, llegaba a la casa solo a dormir.

En la comunidad era alegre, detallista y ordenada, responsable, lo mismo en su trabajo.

En su vida espiritual era muy orante y exigente con los demás, nos decía” las cosas de Dios se hacen bien o mejor no se hacen” sus momentos libres los dedicaba a la oración, al estudio de la biblia , la vida de San Francisco, y el padre Luis, también a las gramáticas Quichuas y Huaorani.

En Enero de 1977 le pidieron el favor de hacerse cargo de la casa de Coca por un tiempo, que ella exigió fuera corto; no le agrado mucho el cambio pero acepto, y el 23 de enero salió a cumplir su nueva obediencia, y allí empezó a planear su viaje a los Tagaheri.

En el mes de mayo bajo a Nuevo Rocafuerte para ir de allí a los Huaoranis, yo la acompañe, pasé con ella tres días y me regrese; ella tenía planeado subir mucho más arriba y allí la recogía Monseñor en helicóptero; su ilusión y planes era ir a vivir entre los Huaorani.

Al regresar de allá viajo a Bogotá para participar el en CONLAM, delegada de las Terciarias Capuchinas del Ecuador.

El 19nde julio nos encontramos en Coca, había llegado el día anterior; me saludo muy efusiva, y lo primero que me dijo fue “Laura me voy a los Tagaeri, me dio permiso la hermana General que participo también en el CONLAM, estoy feliz” yo no le conteste nada solo la escuchaba: Yo temía a ese viaje. No sé porque. Esa tarde la acompañe para hacer algunas compras, fuimos al almacén del señor Milton Noboa, con qué alegría le contaba de su viaje, él le dijo, Hna. y si se la comen esos salvajes, le contesto; que va ellos son mejores que nosotros.

De allí pasamos donde la señora Betty Pauker, la misma historia, le contaba de ese viaje con gran alegría, la señora también le dijo: no le da miedo hermana? Ella le contesto ¿de quién? Ellos son buenos; pero cuando nos despedimos la abrazo y le dijo: “bueno amiga hasta nunca” la señora se sorprendió y le dijo: es que no piensa regresar? No le contesto y salió riéndose, yo solo la escuchaba pero tenía miedo.

Esa noche en la casa después de la Eucaristía, pues era domingo, entre a su cuarto estaba arrodillada amarrando un cartón pequeño con las pocas cosas que llevaba. Le dije: Inés de veras no te da miedo, levanto la cabeza y con una seguridad me dijo: “te juro Laura que no tengo miedo y si muero, muero feliz donde y como le he pedido al Señor, ojala nunca nadie sepa mas de mi” yo solo le conteste: no te preocupes pero aunque sea tus huesos pelados o en pedacitos lo hemos de sacar, se rio, y luego me dijo. “Por si algo pasa aquí te entrego lo que tengo” me especifico todo y que debía hacer, me despedí, Salí de su cuarto pero algo presentía.

Al día siguiente, 20 de julio nos encontramos a las 4:30 a.m. en el comedor ella salía para la selva, yo para Quito. Esperaba a Monseñor Alejandro y al padre Roque que los llevaba a ellos para el Eli puerto y yo al padre Alberto que me llevaba al Lago.

Todo para nostras era expectativa en la casa de Quito, en la tarde llego a visitarnos Monseñor Jesús Langarika y nos conto que no habían salido por un fallo del helicóptero y estaban en casa en Coca.

Al dio siguiente 21 nos comunicaron que se habían ido, nos quedamos esperando noticias, en la tarde llego monseñor Langarika y nos dijo, cuando le preguntamos ¿ qué sabia?, no sabemos nada, hasta estarán muertos, ¿Qué se sabe?

Al día siguiente Salí para hacer algunas compras en el Ipiales, pero no pude, sentía algo raro “miedo” me regrese y mi sorpresa fue encontrar la puerta abierta y equipos de periodistas en la sala, pero no me imagine nada. Me quede en la puerta, en eso bajo una hermana y me dijo “Laura los mataron” es imposible narrar esos momentos, subí y la superiora me dijo, vete al aeropuerto a buscar dos pasajes para ir al Coca.

Cuando fue ya habían salido todos los vuelos “no había esperanza” me mandaron a la oficina y allí después de decirles los motivos, el gerente muy amable nos dio dos pasajes a lago a las tres de la tarde.

Al llegar a Coca ya los habían traído de la selva, encontré a Inés en su ataúd, se me hace presente ese momento, que dolor, era otra totalmente distinta.

De ese viaje feliz no regresaste Inés: te regresaron, pero después de haber derramado la última gota de tu sangre en la selva ecuatoriana. Tu cuerpo totalmente perforado por las lanzas de los que por amor fuiste a buscar..

Murió como y donde había deseado según sus últimas palabras. “Si muero, muero feliz”

Cristo derramo la última gota de su sangre en la cruz por amor, tú la derramaste en las tierras ecuatorianas también por amor.

Hoy recuerdo la tarde del 222 de julio cuando te vi en tu ataúd…. Increíble…. No te parecías. Y el 24 cuando entregábamos tu cuerpo a la tierra en esta catedral que dolor….

Gracias Inés por la herencia que nos dejaste de tu cuerpo aquí, por tu testimonio de vida de entrega, porque supiste correr el riesgo y por tu fidelidad como Terciaria Capuchina, tu recuerdo vivirá siempre entre nosotras dándonos animo en el caminar de cada día. Inés… como eres hoy ayuda siempre desde el cielo al Vicariato, a la Congregación y cada misionero.